sábado, 6 de abril de 2013

IntelliPropósitos y mis bolas navideñas + La noche de Luna (relato)

   Soy “frirrolero-microlimitero” y como tal normalmente me alegra mucho cualquier promoción que nos permita soñar con algún premio extra. Generalmente lo celebro, pero en este caso en particular he de decir que esta promoción me toca un poco las bolas navideñas. A ver si soy capaz de explicarlo sin que el artífice del invento se lo tome demasiado mal.
   Resulta que mis propósitos son los de siempre. Resumiendo, se puede decir que tan sólo es seguir aprovechando todo lo bueno que pueda ofrecer PokerStars e IntelliPoker. A parte de eso, mi propósito en IntelliPoker siempre ha sido leer todos y cada uno de los blogs, y así lo he estado haciendo durante mucho tiempo. Por razones de tiempo últimamente llevaba un retraso con eso. Seis páginas para ser exacto. Nada que no pudiese resolver en dos o tres sesiones de lectura, quizá cuatro, porque no son pocos blogs a 25 por página. Pero heme aquí, cuando de pronto me encuentro con esta promoción que demanda vía blog que le contéis a todos cuáles son vuestros propósitos para el año venidero, y seréis recompensados con una entrada a un apetitoso freeroll con premios y bountys muy jugosos. ¡Maravilloso! Pero esto quiere decir que de un día para otro las entradas en los blogs aumentan por decenas, y ahora mi retraso se sitúa en la página diecinueve. 19x25=475 entradas por leer y subiendo. Y me da la risa (histérica pero risa) de pensar que si he de continuar con el propósito de leer cuanto blog se publica en Intelli, es posible que en Agosto aun esté yo leyendo propósitos navideños de otros.
   ¿Veis por qué digo que me han tocado las bolas navideñas? Teniendo en cuenta que ya estamos entrando en Navidad, y que quien más y quien menos se ablanda un poco en estas fechas, he de decirle al artífice del invento que lo perdono. Que aunque no me guste el requisito, sí me gusta la iniciativa que han tenido, y que valoro el esfuerzo de todos los que trabajan en Intelli y han hecho hasta la fecha que la página sea mejor día a día. Que no desfallezcan en 2013 como no lo han hecho en 2012. Pero por favor: ¿es posible en sucesivas ocasiones hacer este tipo de promos en el foro? Gracias.
   Como esta entrada no es exactamente lo que demanda la promoción, tengo mis dudas de que me sirva para disfrutar del premio de la misma. Si me sirve… pues agradecido. Si no… pues no hay problema. A fin de cuentas tampoco me agrada mucho escribir por encargo; rompe los biorritmos de mi innata vagancia y altera mi estado de reposo. Pero ya que estamos, y por si esta entrada no sirve para su propósito, os dejo a modo de humilde regalo navideño un pequeño relato que escribí hace tiempo. Aviso a todos los póquer-maníacos que sólo buscan aquí póquer, póker y poker, que dicho relato nada tiene que ver con el innoble y vil juego del póquer. Y dicho esto, vamos con el relato que titulé:

   Llevaba despierta casi toda la noche. El reloj de pared del salón dio, como siempre a esa hora, cinco campanadas. Lo estaba consiguiendo. Hoy no se dormiría. Por fin lo descubriría. De no ser así tendría que esperar todo un año, cosa que no estaba dispuesta a repetir.
   Un año es demasiado tiempo, incluso para una niña paciente como ella. Un año esperando que llegara el momento, el único día -o mejor dicho- la única noche en que todo podría ser descubierto. Aunque en realidad, todo su esfuerzo era inversamente proporcional a su deseo, estaba dispuesta a descubrirlo de una vez por todas. Desenmascarar a los mentirosos y a sus cómplices y pregonarlo por doquier. O al menos, si esto resultara imposible, conseguiría que nadie pudiese engañar impunemente a Gabriel.
   Recordó su fracaso del año anterior. Cómo tuvo que abandonar su puesto de vigilancia por una urgencia mingitoria y cómo se quedo dormida en el cuarto de baño. Al despertar corrió rauda de nuevo al puesto de vigilancia, pero resultó ser demasiado tarde. Todo había sucedido ya.
   Esta vez no se quedaría dormida, y mucho menos abandonaría su puesto por una urgencia semejante. Estaba más que dispuesta a hacérselo encima si fuese necesario. De todos modos, ahora lo tenía más fácil. Era un año mayor, y además de la seguridad que esto le confería, hacía tiempo que no necesitaba ir al baño por las noches. – “Gabriel se lo hace encima ¿pero qué se puede esperar de un niño que solo necesita un dedo de la mano para mostrar su edad? Y yo necesito seis” -pensaba cuando le interrumpió el carillón marcando con su breve melodía las cinco y media.
   Oculta tras la enorme maceta que remataba la esquina del ancho pasillo se sentía segura. Además, los rayos de luz que entraban por la ventana del salón -y que provenían de una farola de la calle - iluminaban la parte de la estancia a vigilar, atravesaban el umbral de las puertas abiertas de par en par del salón y se detenían en el centro del pasillo, sumiendo el resto del mismo en una oscuridad que en otras circunstancias le hubiese dado un poquito de miedo. Y digo un poquito, puesto que Luna no es una niña miedosa. Ni cuando era mucho más pequeña tenía miedo a la oscuridad. Tanto es así, que su padre está muy orgulloso de haber acertado con el nombre. “La Luna nunca puede tener miedo de la noche, pues es entonces cuando  pasea” decía en ocasiones.
   Tac… El breve chasquido le hizo abrir los ojos. Se había dormido. No supo precisar cuánto, pero se había dormido. – “¡”Estupendo”! -pensó–. Seguro que lo he estropeado de nuevo, y eso que la señorita Pilar no para de decirle a mi madre lo lista y despierta que soy. Pues puede que algo lista sí sea, pero lo que es despierta... no será hoy” -y de repente los vio. Dos sombras se movían con cautela dentro del salón. Tac… con cautela sí, pero con cierta torpeza, puesto que habían tropezado de nuevo con el revistero que reposaba en el suelo junto al sofá.
   No podía reconocerlos todavía, pues se movían por la parte de la estancia en penumbra, por lo que puso máxima atención en el lugar adonde con toda seguridad iban a dirigirse. Allí los vería y se delatarían. A pesar de haberse dormido no era demasiado tarde.
   Se quedó estupefacta cuando lo vio. Su enorme corpachón plantado allí mismo, en el centro del salón de su casa. Se sintió confusa. No era posible. Todas las pruebas que le habían hecho sospechar no servían para nada. Todos, menos Borja y ella, estaban en lo cierto. Lo estaba viendo con sus propios ojos. Una ilusión infantil -más todavía que Luna- la inundó de pronto. Salió de detrás de la maceta con la ilusión de conocerlo y la intención de disculparse, cuando de improviso una idea le cruzó la mente. – “Ese es mi padre disfrazado, y la otra persona es mi madre”.
   De nuevo afloraron en ella las ideas que le habían hecho sospechar. Borja no estaba equivocado, ni ella tampoco. – “Borja puede ser el niño más travieso de la clase y sacar malas notas, y todos, hasta la señorita Pilar piensan que es un burro, pero yo sé que es un niño despierto. Ese que está ahí no es Papá Noel, ese es mi padre disfrazado, la otra persona es mi madre, que le está ayudando. Es imposible que un señor visite a todos los niños en una noche. Los niños malos como Borja también tienen regalos, y algunos otros, aunque buenos, he oído que no. El trineo no tiene espacio suficiente para todos los regalos, y además los renos no vue…” ¡buaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa...! interrumpió Gabriel.
   Miró hacia la izquierda, al fondo, en la habitación de sus padres lloraba Gabriel. Por la puerta entreabierta salía atronador su potente llanto. De repente alguien encendió la luz en el interior de la estancia y Luna pudo ver desde donde se encontraba a su madre pasar raudo en atención del pequeño. Esto no la alertó demasiado, lo que la dejó helada fue ver a su padre cerrando la puerta, no sin antes decir cariñosamente: - Gabi, no llores tanto que vas a despertar a tu hermanita.
   Ahora miró de frente y ahí estaba. Con su corpachón, todo vestido de rojo, su gorro de Papá Noel -como no podía ser de otra forma- su espesa y blanca barba cayéndole por el pecho, sus botas negras y su cinturón rematado por una enorme hebilla. Igualito que en todas las postales, igualito que lo había visto tantas veces en la tele. Eso sí, en Navidad, porque luego nadie se acuerda de él. Como si no existiera. ¡Y vaya que si existe! y así lo cree Luna de pronto.
   Los dos hombres están inmóviles, miran a Luna como aterrados. ¿Cómo no iba a estar aterrado Papá Noel? Ha sido sorprendido por una niña. Es natural.
-        Luna, porque tú eres Luna. ¿Verdad? -dijo con dulzura Papá Noel.
-        Sí -contestó la niña-. ¿Te sabes los nombres de todos los niños?
-        ¡Claro! Soy Santa Claus. También conocido como Papá Noel ¿no? –dejó caer la pregunta temeroso de la respuesta.
-        Claro –contestó Luna, con una cara de asombro infantil que sólo Borja hubiera igualado si hubiera estado allí-. ¿Y este que va como tú pero sin barba quién es? –preguntó, extrañada de la presencia del otro personaje.
-        Pues…eh... -balbuceó un poco antes de seguir- …uno de mis ayudantes.
-        ¿Me perdonas? –suplicó la niña.
-        ¿Qué he de perdonarte? –preguntó sorprendido Papá Noel.
-        Creía que no existías. Y Borja tampoco.
-        Pues ya ves que sí –parecía aliviado al decir esto.
-        ¿Es por eso que no me traes regalos? –preguntó Luna al observar que no había paquetes bajo el árbol navideño, ni en ningún otro lugar de la estancia.
-        No, no... –se apresuró a contestar-. Sí los he traído pero están afuera. Lo que pasa es que has de acostarte, porque sino no puedo seguir. Y aún me quedan muchos hogares que visitar.
-        Lo entiendo –dijo Luna con tristeza -. ¿Me tengo que ir ya?
-        Pues yo diría que sí.
-        ¿Puedo contarle ésto a la gente? -pregunto con preocupación.
-        Será mejor que no. Será nuestro secreto. ¿Vale? -respondió Papá Noel con mayor preocupación todavía.
-        Vale.
-        Bueno. Pues eso… vete a la cama.
-        Vale. Buenas noches y gracias -se despidió Luna con exquisita educación.
-        Buenas noches. Y recuerda, se buena siempre.
-        Lo recordaré.

   Enfiló el pasillo en dirección a su cuarto. Sentía una mezcla de asombro, ilusión y vergüenza. En su cabeza se desmoronaba todo atisbo de lógica con respecto a lo sucedido y se le antojaba todo como un sueño. Pasó por delante de la habitación de sus padres. Gabriel todavía gimoteaba. Pensó que quizá los hubiesen oído, y su mente lógica lo analizó velozmente. No podía ser. La gruesa puerta, el largo pasillo y los llantos de su hermanito no habrían dejado oír a Papá Noel aunque este hubiese llegado al salón montado en una motocicleta. Se metió en la cama, estaba muy cansada, pero no pudo dormir. Pensó que si todo esto era cierto quizá dentro de unos días volvería a quedarse despierta para conocer a los Magos de Oriente. Tapadita hasta la nariz, se quedó mirando las estrellas fluorescentes que con tanto cariño le pintaron en el techo sus padres poco antes de nacer.
   Metidos en su pequeño vehículo, volvían a casa Papá Noel y su socio. En el salón, ya lejano, el reloj sonaba seis veces.
-        Vaya suzto hemos pasao Nicolás –dijo el flaco.
-        Sí. Casi nos pillan en plena faena -contestó el gordo.
-        Y sin haber enpezao a robá ni na.
-        Menos mal que no te has puesto la barba.
-        ¿Por qué? 
-        A ver cómo le explicamos a la niña que somos dos Papá Noel, y que uno está más chupao quel Joaquín Sabina.
-        Kiko Veneno -se apresuró a decir el flaco.
-        ¿Qué?
-        Que Kiko Veneno está más chupao quel Sabina.
-        Será ahora, además yo digo a quien quiero -inquirió con rotundidad el gordo.
-        Bueno. Pero prefiero que me compare con Kiko Veneno. A mí me guzta ma. Por sierto ¿Adónde vamo ahora a robá?
-        A ninguna parte. Ahora me voy a casa con mi familia –dijo en un tono tristón que denotaba cierta nostalgia.
-        ¡Pero zi tú no tiene familia ni na!
-        Mi familia eres tú, melón. Mañana (que ya es hoy) es Navidad y tú y yo vamos a cambiar de vida.
-        ¿Despué de quinse año robando casa, quiere tú desir que somo capase de cambiá de vida?
-        No sé –contestó el gordo dubitativo-. Pero te juro que lo vamos a intentar.
-        ¿Pero por qué? -se le noto cierta preocupación al decir esto.
-        Porque esta noche, mientras miraba a los ojos de esa niña, me di cuenta que nadie tiene derecho a quitarle lo que es suyo, empezando por la inocencia. Que lo suyo ya lo perderá ella sola. Si es que ha de perderlo.

   Despacito -más que nunca lo había hecho- se alejaba el cochecito acercándose al bonito horizonte crepuscular que anunciaba una preciosa mañana de Navidad. Y si hubiésemos podido oír todo lo que decían, aquí lo hubiésemos contado. Tan sólo se les oyó decir, ya un poco lejano, lo que sigue.

-         ¿Cómo zupiste el nombre de la niña?
-         En la primera habitación que entramos estaban los paquetes. En unos ponía: para papá; en otros: para mamá; en unos cuantos: para Gabriel; y en el resto: para Luna. Pura lógica.
-         Que lizto ere Nicolás.    

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Escrito en la madrugada del miércoles 21/06/06, por razones que no vienen al caso, una noche que (como Luna)[1] pasé sin dormir. 
  
Dedicado a todos los adultos (incluido yo mismo), porque una vez todos fuimos niños.
Feliz Navidad
                                                                                      
 

[1] En realidad Luna se durmió un poquito, pero no se lo tendremos en cuenta, ya que es una niña de seis años. Además es adorable.

Publicada en IntelliPoker con fecha: 24/12/2012